El estigma patagónico

Cuando uno lee una noticia interactiva, bajo el titular a veces se encuentra una serie de palabras que resultan representativas al texto que uno está por abordar, para alguien que vive en la Patagonia el listado podría ser FRIO, NIEVE, LLUVIA, VIENTO, HIELO, etc. Cuando uno tiene la suerte de ser escalador a esas palabras y dentro del protocolo de protección personal uno encuentra rápidamente un listado de respuestas BOTAS DE GOMA, DUVET, GORETEX, SOFT SHELL, WIND BLOCK, ETC.

Ahora a este prontuario de supuestos padecimientos patagónicos le agregamos palabras como CENIZAS VOLCANICAS, ARENA VOLCANICA, LLUVIA ACIDA para las cuales todavía no sabemos si hay estrategias de protección, lo que si no cabe duda es que la mejor protección que demuestra un pueblo como Bariloche es su estirpe patagónica. No es necesario haber nacido en tierras sureñas para tener resistencia a todo lo que ocurre, simplemente haber elegido vivir en estas latitudes aceptando todo lo que ello implica y un espíritu de aventura a prueba de todo, hasta de erupciones volcánicas...

En mi largo historial de minimalismo andinístico he recorrido muchos lugares del mundo y siempre con la característica de arrastrar conmigo solo lo que entra en mi mochila, no solo por ciudades y lugares habitados sino en largas expediciones, interminables periplos montañisticos y grandes desafíos técnicos que me han puesto en las más extremas situaciones que la mente y el cuerpo puedan soportar.

Fríos extremos, carencia de O2, lluvias torrenciales, calores insoportables o hambre son algunas de las pruebas que como escalador he tenido que soportar en esa elección de mantener este estilo de vida. En todos los casos mi respuesta personal ha sido la de llevar a la mínima expresión la intelectualización del padecimiento, gracias a esta actitud de saber que con lo mínimo se puede sobrevivir y hasta ser feliz he transitado por experiencias abrumadoras y logrado regresar a la civilización con una idea más concreta de lo que significa "desear" y lo que significa "necesitar". En muchos de estos casos reinsertarme en mi sociedad me ha resultado difícil y a veces hasta penoso, teniendo que redefinir en cada ocasión mi pertenencia al lugar.

Sin embargo cuando veo a mis vecinos o amigos ponerse las botas de goma y el impermeable, salir del confort de una casa calefaccionada y con la pala en la mano arremeter contra el paquete de nieve que bloque la entrada e impide la circulación, me siento representado al 100% por los que me rodean, esa respuesta silenciosa a las adversidades hace que no me sienta tan ajeno a todo.

Cómo explicar a aquel que nunca ha tenido que cargar su cocina y el gas para el calentador, a aquel que nunca ha caminado largas horas abriendo huella en la nieve, a aquel que simplemente mete una llave en una cerradura y en un paso se encuentra al reparo de la lluvia y que nunca ha tenido la necesidad de cargar en una mochila una carpa para guarecerse de las bajas temperaturas o de los huracanados vientos de la alta montaña. Cómo explicar que a veces el hombre pone su vida en manos de un compañero y entre ellos solo una cuerda de menos de un cm de diámetro que puede hacer la abismal diferencia entre la vida y la muerte, cómo graficar que en ocasiones el frío es tan extremo que cuando el vapor sale de nuestras bocas instantáneamente se convierte en cristales de hielo, como imaginarse que a la luz de una linterna enfrentamos la noche sin miedo y caminamos sobre interminables mantos de hielo en pos de una cumbre, que para obtener agua en ocasiones hemos de derretir nieve y que para secar la ropa después de una tormenta nos metemos en nuestras bolsas de dormir con las prendas mojadas y aun así del cansancio logramos entrar en un profundo sueño que renueva nuestras esperanzas de aventura a la mañana siguiente.

Todo esto es difícil de explicar o de expresar, y han sido innumerables las veces que desde mi regreso del Everest la gente me ha preguntado e indagado al respecto de las motivaciones que pueden llevar al hombre a enfrentar todas estas penurias en pos de sueños supuestamente fútiles. Y la mejor respuesta que podría haberles dado es un viaje en el tiempo a las condiciones actuales de Bariloche, bajo una incipiente lluvia, después de haberse colapsado el funcionamiento normal de una ciudad tras la caída de cms y cms de ceniza y arena volcánica sobre cada objeto en la margen sur del Lago Nahuel Huapi. La respuesta está en los rostros y las manos, en las palas que han limpiado veredas y en los escobillones que han limpiado techos desde la erupción del Volcan Puyehue y su baño de cenizas sobre nuestra ciudad. La respuesta está en las cortas frases de aliento que se escuchan en las calles, como si lo que estuviéramos viviendo fuera un capítulo habitual de los que vivimos en la Patagonia, cuando todos sabemos que es un evento extraordinario.

Y ASI TODO la gente no se desmoraliza, la gente no se queja, no encuentran en una situación como esta una excusa para victimizarse, solo sacan fuerzas de flaqueza para seguir; ahorran energía, se guardan en las casas, saben lo mismo que después de cada nevada, que hay que salir lo menos posible, economizar todo, no entrar en pánico, tener pilas para las linternas porque si todavía no se cortó la luz, ya lo hará, comprar velas y si el mango de la pala está por romperse comprar otro antes de que sea necesario, salir a pie o en colectivo y no usar el auto a no ser que sea imprescindible, dejar de lado toda frivolidad y volcarse estrictamente a lo necesario y emergente, para lo superfluo ya habrá tiempo...

Es en ocasiones como esta que veo a mi alrededor ese fuego que arde en el corazón de todos ese deseo de vivir la aventura y no solo de ser espectador de la misma, veo en todos a ese Eternauta de Oesterheald que tanto nos representa en todo el mundo y que no sabemos que vive en la casa de al lado.

Es en estas ocasiones cuando ser montañista y escalador no me hace sentir un pez fuera del agua, porque no lo soy, cada patagónico en su medida y cada argentino en la suya somos unos luchadores, unos gladiadores que solo damos combate cuando realmente las cosas lo ameritan, y a pesar de parecer apáticos cuando las papas queman nos ponemos el overol y salimos a pelearla tanto o más que cualquier otro. Es en estas ocasiones en las que me siento uno más y esa sensación me llena...